El 7 de octubre de 2023 se inicia la que es ya conocida como la Guerra de Gaza. Un ataque, denominado Operación Inundación Al-Aqsa, perpetrado por grupos armados de militantes palestinos, principalmente de Hamás y la Yihad Islámica Palestina que cogió a Israel por sorpresa y que supuso la muerte de más de 1.200 personas y casi dos centenares de rehenes. La respuesta de Israel no se hizo esperar y es conocida por todos. A la operación inicial de respuesta le llamaron Espadas de Hierro y bajo ese afilado corte a día de hoy se cuentan más de 41.000 muertos, que incluyen a más de 16.000 niños, cerca de 100.000 heridos y más de 10.000 personas aún desaparecidas bajo escombros.
Hace poco escuché en la Cadena Ser una entrevista de Àngels Barceló al exministro de Exteriores de Israel, Shlomo Ben Ami. Barceló preguntaba qué justificaba el ataque masivo a civiles. El exministro insistía durante buena parte de la entrevista en defender que la operación militar nunca habría atacado a civiles de no deberse a un error. Confusión, no a propósito… fueron algunas de sus frases. En un momento dado se pregunta por el objetivo político de la guerra: “este gobierno parece que está en una guerra infinita, una guerra de aniquilación al otro, eso es inasumible, no conduce a nada bueno”.
Me gustaría creer que no hay grises en una guerra. Que todos deberíamos estar de acuerdo en que los ataques a niños no pueden normalizarse, no pueden justificarse ni bajo la excusa de un error, ni mucho menos una confusión o falta de tino.
Pero no es el caso. Y no se trata de qué bando lleva más muertos a sus espaldas, ni de la simple y sencilla diferenciación entre palestinos y Hamás, entre civiles, hombres, mujeres, niños… y soldados.
Me gustaría no tener que oír a la derecha de este país eligiendo bando en el partido como si fuese la Champions, mientras la izquierda procura recordar una y otra vez que no hay muertos de primera y de segunda y que es factible, justo y necesario criticar los 1.200 de Hamás y poder criticar los 41.000 de Israel.
De pequeños nos enseñan que los comentarios de cualquier texto, situación, etc, académicamente no pueden reducirse al me gusta o no me gusta, al está bien o está mal, pero a mí me gustaría titular este artículo con un La Guerra está mal. Da igual quién la empiece, quién la acabe, quién justifique o quién argumente.
Calificar esta guerra de inasumible porque el objetivo es inalcanzable sugiere, a su vez, adjetivar como asumibles las que hayan argumentado un objetivo más asequible. Ninguna guerra, ninguna muerte por pugnas políticas, debería ser asumible.