Sus Silencios

“Mejor es el silencio…” escribía Virginia Woolf, cuyo fallecimiento conmemoramos hace pocos días. Virginia, una mujer inteligente, capaz, avanzada a su época, con cierta libertad conseguida gracias a una posición, educación y relaciones privilegiadas, con una vida relativamente apacible en la que compartían espacios un marido y una amante. Con una poderosa imaginación que era capaz de resituar en las prosas más clarividentes retratando la realidad a través del pensamiento y la emoción de una forma que pocas personas han podido hacer.

Virginia, un 28 de marzo, se llenó los bolsillos de piedras y se lanzó al, presupongo helada, agua del río Ouse. En la carta de despedida que dejó a su marido, Leonard, insistía en la imposibilidad de volver a enfrentarse a una nueva crisis de su enfermedad. “Comienzo a oír voces, y no puedo concentrarme. Así que voy a hacer lo que me parece lo mejor que puedo hacer.” Woolf, nacida Stephen, sufría lo que hoy conocemos como Trastorno Bipolar, cuyo Día Mundial acabamos de celebrar este 30 de marzo.

Aunque no puedo dejar de expresar mi incomodidad con que cada día sea el día mundial de algún tema, es cierto que estas impostadas efemérides nos sirven para visibilizar aquello de lo que no hablamos cada día. Temas que no ocupan los titulares de periódicos que nos agotan con las idas y venidas de la crispación política, guerras, datos o absolutas absurdidades pensadas para conseguir un click en la página en cuestión. Temas que, sin embargo, resultan ser de vital importancia para aquellos que los padecen de forma más o menos directa. El Trastorno Afectivo Bipolar (TAB) es una enfermedad crónica y recurrente, que se estima tiene una prevalencia de 2 a 3% en la población mundial, en datos de la OMS.

Un trastorno bipolar puede acompañarte durante meses o años de tu vida. No es un estado de ánimo pasajero, sino que altera tu ánimo entre la manía o la hipomanía y la depresión. Es la sexta causa de discapacidad en el mundo y quienes lo padecen presentan un riesgo mayor que la población general de mortalidad por suicidio, accidentes y por causas naturales como las enfermedades cardiovasculares.

Por suerte, las enfermedades mentales ya no son el tabú de antaño ni producen el mismo rechazo y falta de entendimiento, pero aún queda mucho por hacer. Es necesario continuar poniendo en foco en la investigación, en el caso del transtorno bipolar por ejemplo, estudios recientes han determinado la casi total seguridad de un componente genético hereditario en el desarrollo de la enfermedad. Es necesario seguir rompiendo estigmas y poniendo el foco en cómo un tratamiento adecuado y a tiempo cambia la calidad de vida de las personas que padecen este transtorno y de las personas que les rodean.

El silencio es lo mejor, escribía Woolf, que no tuvo ayuda, recursos, herramientas ni comprensión suficiente a su alrededor para acallar las voces que no podía controlar. Nuestra sociedad ha de dolerse muchas veces de no haber solventando aún grandes carencias en valores y acciones humanas, pero puede enorgullecerse de haber progresado lo suficiente para que ya nadie, o prácticamente nadie, dude que cuidar la salud mental es igual de importante que cuidar la salud física. Siempre y cuando acompañe a esto un Estado que realmente crea en el bienestar social y acompañe este progreso de inversión en investigación y en sanidad pública podremos continuar mejorando la calidad de vida de tantas y tantas personas que como Virginia desean tener la capacidad de controlar sus silencios.

Publicado en Elfar.cat