Parece mentira en el año en que nos encontramos tener que volver a defender una y otra vez el cuidado de lo público como garantía de prosperidad. Pero aquí nos encontramos una y otra vez. En este lugar común en el que, todavía, hay quien no entiende que la única forma de prosperar es invirtiendo en aquello que nos iguala: la sanidad y la educación pública.
Decía Víctor Hugo que “el sentido común no es fruto de la educación”, y es probable que el genio tuviese razón y que hay gente que tiene como sentido innato el juzgar razonablemente las situaciones de la vida cotidiana y llegar a elegir una actuación más o menos razonable.
En ese orden, deberíamos saber – por sentido común- que el cambio climático es una realidad y que son urgentes y necesarias pequeñas acciones como mejorar el reciclaje, la reutilización o el cuidado con el uso que hacemos del agua, la electricidad, etc…
Sin embargo, la realidad es que nuestras tasas de reciclaje dejan mucho que desear, que constantemente sobrepasamos los niveles de emisiones perjudiciales para el medio ambiente, que gastamos más agua, más luz y que, por si fuera poco, el negacionismo frente a esta situación crece, en especial entre los partidos de derechas que difunden sin pudor bulos o mensajes manipulados para utilizar la urgencia climática como arma arrojadiza.
¿Ante el incivismo? ¿Ante el negacionismo? Educación.
En la misma situación nos encontramos cuando lejos de disminuir las conductas machistas crecen entre los y las jóvenes de este país. Cuando más visibilización tenemos, cuantas más muertes contabilizamos por violencia de género, más crece el sector que niega que este tipo de barbarie responda a un problema estructural de una sociedad patriarcal y más crecen también la imitación de manadas, violencia en grupo y otras tantas bajezas…
Los datos nos dicen que cada vez los niños acceden más jóvenes al porno, con una facilidad pasmosa de tener a la mano de móvil o tablet contenidos que son incapaces de asimilar, y que antes la falta de educación al respecto asumen como normales. ¿Por qué? Porque igual que a nuestros hijos les enseñamos a comer, a sentarse o, incluso, a vestirse, no les educamos sobre conductas sexuales. ¿Impera aquí el sentido común? ¿O necesitamos más educación?
Cuando se ha intentando legislar para introducir asignaturas en la educación pública sobre conductas afectivo sexuales o sobre civismo, algunos sectores se han echado las manos a la cabeza hablando de manipulación, perversión y un uso interesado de la ideología.
La única ideología que hay detrás de esas iniciativas es el convencimiento absoluto que sólo la educación es garante de formar a personas con sentido común y con criterio, y que ese tipo de formación no puede ser sólo un tema a tratar en familia, sino que la educación pública también tiene que dar soporte y base.
Para la igualdad de oportunidades: educación. Para formar individuos libres con criterio y capacidad de discernir: educación. Para sociedades más justas y más igualitarias: educación, educación y más educación.