Hay belleza en todas partes, en las asimetrías y en los rotos, en la degradación que evoca a recuerdos opulentos y esplendorosos. Hay belleza en la voluntad de hacer belleza.
Miraba este mausoleo y pensaba en la arquitectura urbana. Antes construíamos con esperanzas de eternidad y con vocación de ser relevantes. Ahora hacemos pisos como cajas de zapatos en una fábrica automatizada, tan deprisa y tan barato como se pueda. Arte indescriptible que provoca creyendo que solo el provocar ya es arte. El mundo declina a pobre de sentidos, a tenue en sabiduría, a perezoso en lo loable, cada vez con menos vergüenza. Puede que yo, últimamente, no mire con perspectiva, que se me haya colado por alguna grieta la esperanza. Pero sin engañaros, y yo me miento poco, siempre fui la chica triste que se ríe por todo. Y quién no se diese cuenta, sencillamente, miraba por encima.
La última vez que compartí reflexiones de este tipo me preguntaron si estaba deprimida, que no veía lo bonito de la vida. Dejé de compartir.
Yo, que sostengo que el otro no existe y no hago más que preocuparme por vosotros, por que entendáis, compartáis, viváis. Veo lo bonito de la vida y veo, y creo, que si no se acaba es un impás y si se acaba es demasiado efímera para tenerla en cuenta. No me hace feliz ver lo bonito. Feliz me hace ser consciente.
Veo la belleza en todas partes, incluso en cristaleras rotas de mausoleos abandonados.
Hay tanta belleza en la risa sonora, descarada y contagiosa, como en la tristeza. En la rota, desencajada, desestructurada, desgarrada, pero en absoluto decadente tristeza.
#reflexiones #ensayo