De un tiempo, a este a parte, parece que solo tengo reproches, quejas, duelos, dolores antiguos, heridas sin curar, desprecios sin redimir, venganzas esperando un plan para rencores que sé que no me importan. Envidia de lo que no quiero ni me interesa.
Esto es todo lo que puedo darte.
¿Qué me pasa?
Se han revelado ansiosos, pero insultantemente torpes, todos los posibles que no lo fueron, los imposibles contra los que no ideamos sueños. Los tengo atesorados en cajas fuertes que se abren con clave de cuatro unos. Especialista en hacer complicado lo simple.
Pero no es todo, si no hay dolor que no lleve risa, que no hay queja que dure un minuto. Confieso, muy a pesar del drama, que todos los duelos y dolores como vienen, se van.
Lo que sí puedo darte son miradas infinitas a dos mil millones de detalles que me erizan la piel. Sabores que no existen, poemas que no riman a punto de concretarse en un papel; grúas a un lado de la autopista protagonizando un sainete improvisado. Nunca veo molino donde guiña un ojo un gigante. Me guardo besos que no te han dado nunca y si me los pides, te los regalo. El mundo delante tuyo dibujado diferente, un mar en blanco y negro que huele más azul. Cuentos por inventar. Y, si me lo pides, todo.
Eso también.