Admito que, a menudo, preferiría ser cualquier otra persona.?Esas, las que me cruzo en la calle, las que parecen tranquilas,?lineales, serenas, sencillas… Cualquiera. Y no este yo, que ostenta un cuerpo conformado por hilos infinitos, que se enredan dando formas, que se agarran dónde pueden. Se sueltan cuando quieren. Se mezclan y reorganizan a su voluntad.?Y no siempre del mismo modo.?O podría ser yo. Con mis hilos de distintos colores, de diferente grosor.?Si te fijas bien, los verás en el iris verde hierba de mis ojos, formando una estrella dorada. Los oirás en los sonidos de mi voz, tan dulces como secos, intentando llegarte, y atarte a mi. Buscando tu atención sin lograr enredarla.?Los notarás en el tacto de mis manos, si llego a tocarte. Porque, a veces, tiran de mi como si llevasen a una marioneta sin voluntad ni posibilidad; lo mismo no me dejan acercarme, que me acercan, me muestran o me esconden.?Si te fijas, más allá de lo que crees.?O ser como ahora, este yo, en cualquier otra persona. En cualquier otro lugar mejor, infiltrada entre esos otros cualquieras dónde mis hilos no se puedan, ni sepan, ver.?O romperlos todos y dejarme acabar este cuento, que, como todo, también han enredado.